Aristóteles
Xavier Zavala Cuadra
Por sentido común defendió que este mundo es la realidad. Lo real.
Nació en el norte de Grecia, en Estagira, en el año 384 a. C., entre una familia de tradición científica; su padre había sido médico del padre de Filipo II de Macedonia. Bajó a Atenas a los 17 años para estudiar en la Academia de Platón y siguió con el maestro hasta su muerte veinte años después.
Muerto Platón, fue a vivir en Assos, ciudad costera del Asia Menor frente a la isla Lesbos, cuyo gobernante estaba interesado en la filosofía política de Platón e incluso tenía de huéspedes permanentes a dos discípulos de la Academia recomendados por Platón mismo. Había allí una escuela en la que Aristóteles enseñó por tres años. A los cuarenta años fue a vivir a la isla Lesbos donde residía su amigo Teofrasto y parece que entonces comenzó a recolectar el material científico con que trabajaría por el resto de su vida. En el año 342, el rey Filipo de Macedonia lo invitó a ser el tutor de su hijo Alejandro, servicio que prestó hasta la muerte de Filipo en el 336. Tres años más tarde volvió a bajar a Atenas para fundar su propia escuela, el Liceo, llamada así por la proximidad del recinto de Apolo, el Lykeios. Estableció una biblioteca, tal vez la primera en la historia, y aumentó su colección de material científico, principalmente biológico, con la ayuda de sus alumnos.
Cuando en el año 323 llegó la noticia de la muerte de Alejandro, Atenas quiso liberarse del dominio macedónico y, en la marejada política, inventaron un cargo contra él —la vieja acusación de impiedad con que habían matado a Sócrates. Aristóteles se fue a Calcis, en la isla Eubea, donde murió un año después.
El influjo de Sócrates y Platón
Aunque por mucho tiempo Aristóteles aceptó toda la filosofía de Platón —con su mundo de las ideas como única realidad, con las transmigraciones del alma, con el conocimiento como recuerdo— su sentido común lo fue llevando, por un lado, a descubrir los errores del maestro para liberarse de ellos, por otro, a reconocer los aciertos del maestro para ahondarlos.
Platón había aprendido de Sócrates que la explicación de las cosas había que buscarla en su fin, en su propósito (la palabra técnica usada para referirse a este enfoque es teleología, del griego telos, fin). Aristóteles lo aprendió de Platón y se quedó para siempre con esta enseñanza. Conocer de qué materia está hecha una cosa nos deja a mitad del camino de la verdad porque, al fin de cuentas, la materia original es común a todas las cosas. En cambio, preguntarnos para qué está hecha esa cosa, lleva a conocerla distinta de las otras porque es como flecha apuntada hacia la función, fin o propósito de ella.
El conocimiento de la realidad. De lo que permanece. De lo que cambia. Ambos realidad.
El hombre es capaz de conocer la realidad, incluso de organizar en ciencias y en filosofía lo que conoce de ellas. ¿Capaz? ¿A pesar de que todo cambia permanentemente? Conocer es hacerse una idea de la cosa, pero esta idea permanece inalterada mientras la cosa cambia; algo así sucede con la fotografía: imagen de algo que ya no existe porque, un instante después, la luz ha cambiado, los colores tienen tonos diferentes y las nubes otras formas.
Platón había dado por resuelto este problema al transportar el mundo real al mundo de sus "ideas" eternas.
En cambio, el sentido común de Aristóteles lo aferra a lo real, a lo concreto, a lo que ve, oye, gusta, huele y toca. Quiere explicarse lo que percibe como real porque, precisamente, le parece inexplicable por cambiante. Quiere explicarse lo que percibe como real porque, precisamente, le parece inmanejable para la razón humana que trabaja con conceptos permanentes. Va resolviendo el problema al ir entendiendo mejor cómo es la realidad y al ir entendiendo mejor cómo opera su mente ante esta realidad.
Imaginemos a Aristóteles. Ve a un ser pequeño, tiene ojos, tiene pico, tiene patas, tiene alas, vestido como de plumas, silba como si cantara, salta al caminar en tierra, casi raya la luz del aire cuando vuela. Éste es un pájaro, concluye. Concluye porque ha comprendido que hay algo que hace pájaro a este ser, algo que está en este ser, algo que no puede cambiar en este ser, algo que no puede no estar en este ser porque sin este algo este ser no existiría, no sería, sería nada. Tal vez Aristóteles llamaría a este algo Pajaridad porque es lo que hace pájaro al pájaro. Está entendiendo al pájaro, a los pájaros; está conociendo lo que es esencial a ellos, lo que no puede faltar en ellos, lo que no puede cambiar en ellos.
Había observado, además, que era pequeño y se pregunta ¿es ser pequeño parte de lo que es permanente en los pájaros? No puede ser, se responde. Ha visto a muchos pájaros grandes. Entonces ¿qué es? Tiene que ser otro algo adjuntado a lo que no puede cambiar, adjuntado sin cambiarlo, pero dándole otro aspecto. El pájaro sigue pájaro pero ahora se ve pequeño. Los accidentes modifican los aspectos de las substancias, les permiten ser variadas sin alterar su esencia y sin cambia su realidad. Por esto existen pájaros grandes y pájaros pequeños, pájaros verdes y pájaros rojos.
Como navegante que ve tierra a lo lejos, Aristóteles vió que entendía cómo son los seres, por dentro y por fuera. Primero en vislumbrar esa tierra. Entendía que todo —cualquier cosa— es un compuesto de algo que permanece y de algo cambiable. Ninguno de estos elementos —ni el que permanece ni el que cambia— es ficción mental. Ambos son realidad, ambos existen en la realidad, pero no separadamente. Ambos existen juntos formando un solo ser real.
Entendía a este ser —por dentro y por fuera, en lo que siempre es y en lo que puede cambiar. Lo entendía porque la mente humana, la de él y la nuestra, es capaz de conocer a este ser, es capaz de conocer sus partes por separado y es capaz de conocer sus partes unidas.
Llegó así a dos verdades desconocidas hasta entonces, expresadas en dos conceptos pilares de su filosofía. Hoy, en español, llamamos substancia al elemento permanente de cada ser. La palabra viene del latín sub-stancia, lo que está por debajo, lo que sub-yase. Y llamamos accidente a los elementos cambiantes que llegan a ser uno con la substancia. La palabra viene del latín accidens, cuyo sentido no es el de accidente en carretera, sino el de algo que llega a juntarse a algo.
¿Ayudaron estos conceptos a que Aristóteles se explicara lo que los filósofos anteriores no habían podido explicarse, los fenómenos de cambios y movimientos? Sin haber distinguido entre substancia y accidente, los filósofos anteriores se quedaban perplejos ante la frase "esta piedra fría se ha puesto caliente" pues les parecía equivalente a decir "el frío se ha convertido en calor".
¿Cómo es posible que la mesa que estaba aquí esté ahora allá? ¿Que el huevo de antes sea ahora águila?
El cambio de lugar de la mesa es cambio en un "accidente" de la mesa, pero ese cambio no afecta a la substancia de la mesa, aquí o allá sigue siendo mesa, incluso sigue siendo la misma mesa. Comprendo, pero ¿cómo cambió de lugar? La substancia de la mesa nos dice que no es capaz de moverse a sí misma, por tanto, la causa del movimiento tuvo que ser externa a la mesa, otro ser real capaz de moverla.
En cambio, el cambio de huevo a águila parece tener por causa a la substancia misma del huevo porque su fin es llegar a ser águila, todo el huevo es para ser águila. Aristóteles llama al huevo águila en potencia y llama al águila ya formada águila en acto.
Así entiende Aristóteles los cambios y movimientos de las cosas. Pero volvamos al tema de las substancias y los accidentes.
Habíamos dichos que ambos son reales y que juntos hacen un solo ser real. ¿Pero son igualmente reales? ¿El modo de ser realidad de las substancias es el mismo del de los accidentes? Las substancias son reales porque son lo que existe en sí, como las mariposas, las amarillas o las blancas; como las ceibas, las grandes o las pequeñas; como las aves, las de mar o las de montaña; como las madres, con el hijo en su vientre o con el hijo en sus brazos. En cambio, los accidentes no existen solos; lo valiente no existe, existe el guerrero valiente; lo dulce no existe, existe la mujer dulce; la justicia no existe, existe el tribunal justo. El modo de ser realidad de los accidentes consiste en ser uno con una substancia real, haciendo de esa substancia un ser más concreto, más diferenciado, más particularizado.
El diferente modo de ser realidad de las substancias y de los accidentes nos lleva al diferente modo con que la mente humana conoce las sustancias y los accidentes. La capacidad de conocer de la mente humana no es "ab-soluta" sino "ligada" a los informes que le dan los sentidos. Con los sentidos el hombre sabe de luz, de sombra, de color, de sonido, de silencio, de duro, de suave, de amargo, de dulce; sin embargo, estos sentido no dicen nada de las substancias porque las substancias no tienen colores, no tienen sonidos, no tienen olores, no tienen sabores. ¿Entonces? Con los informes de los sentidos la mente humana conoce el mundo exterior y, sobre ese conocimiento, construye y deduce el mundo interior de las substancias, las que hacen que las cosas sean lo que son. Poder inaudito de la mente humana. Conocedores de la revelación del Génesis, podemos decir ahora poder a imágen y semejanza de Dios.
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